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historias de vecinos que trabajan en la calle


Día del vendedor ambulante

«Lo que más me gusta de mi trabajo es lidiar con la gente», expresó Marcelino Polanco, quien tiene 59 años y tiene su puesto en la estación de Monte Grande, donde vende juguetes y accesorios. Según comentó a El Diario Sur, su jornada laboral se extiende desde las 8 de la mañana hasta aproximadamente las 17 horas.

En cuanto a su historia, Marcelo explicó: «Llegué a ser vendedor por un grupo de compañeros. Tuvimos que pelearla mucho porque nos perseguía la Policía y no querían que estemos acá trabajando, pero pudimos salir adelante y laburar sin problemas».

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Marcelo tiene 59 años y su puesto está en la estación de Monte Grande.

Marcelo tiene 59 años y su puesto está en la estación de Monte Grande.

Cerca del puesto de Marcelo se encuentra Rosana Lafuente, quien tiene 42 años y hace 15 vende ropa para todas las edades en la estación de Monte Grande: «Yo llegué por mi mamá, ella desde chiquita trabajó como vendedora ambulante. Yo había empezado a trabajar en una juguetería, pero quedé embarazada y me despidieron, así que me vine a con mi mamá al puesto y laburé hasta los ocho meses, ella me había pedido que la ayude porque había muchos problemas con las mecheras. Después ella me dejó el puesto a mí y acá sigo».

«Mi trabajo me permite que mis hijos vayan al colegio y poder brindarles lo que necesitan», explicó la vecina. Y agregó: «Me gusta mucho la gente que viene porque es muy buena. Las cosas aumentan todos los días pero nosotros tratamos de mantener los precios para que ellos puedan llevarse la ropa».

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Rosana Lafuente tiene 42 años y hace 15 vende ropa para todas las edades.

Rosana Lafuente tiene 42 años y hace 15 vende ropa para todas las edades.

Por otro lado, en el centro de Lomas de Zamora, Diego Ani, de 28 años, vende ojotas, medias y bolsas en cercanías a la estación de trenes. «Empecé vendiendo muñecos y conocí a una familia que también era vendedora ambulante. Ahora trabajo con ellos», comentó. En cuanto a su horario, remarcó que comienza a las 9 de la mañana y no tiene un horario fijo de finalización.

También Jonathan Arrastia vende por el centro de Lomas de Zamora. Él lleva una canasta con facturas, medialunas y alfajores de maicena. «Cuando era más chico trabajé tres años en una fábrica textil, pero después me quedé sin trabajo y un vecino me invitó a trabajar con él en la calle, así estuve hasta que decidí largarme solo», contó en diálogo con El Diario Sur.

«Hay que salud con fe una actitud positiva, porque si salís negativo te volvés con la mercadería a tu casa. Yo siempre vuelvo con la canasta vacía y puedo llevar alimentos a la mesa de mi hogar», destacó el vecino. Y concluyó: «Quiero dejarles un saludo a todos los vendedores ambulantes en su día, no bajen los brazos, acá se vende todo».

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